tensión
1.Acción
de fuerzas opuestas a que está sometido un cuerpo.
2.Estado
de un cuerpo sometido a esta acción.
Preguntas
que invaden el ser, la incógnita del mañana, la incertidumbre del
futuro.
En el devenir, miles de cuestiones visitan al
profesor en formación. La mayoría desde las ansias, desde la
desconfianza, fantasía o quizás, a veces, desde esa inseguridad que
te acaricia e intenta seducir el ser, convencerlo que hay que bajar
los brazos, que no estás hecho para eso. De pronto, la tensión.
Aquel
otro ser hambriento de conocimientos, de obtener herramientas, de
absorber cual savia sagrada las experiencias de cada uno de los
profesores que se me presentan cada tarde de estos días. Entonces es cuando chocan, se
enfrentan. Como dos voces de una misma consciencia me hablan a la
vez, a veces una prima ante la otra. En ocasiones ambas gritan tan
fuerte que no logro identificar cuál es cuál. Otras veces el
silencio.
Ahí estamos. Formándonos. Conociéndonos.
Compartiéndonos unos a otros. Armando “algo” nuevo a partir de
fragmentos, experiencias y demás aportes que cada uno otorga en esta
carrera.
Me
ahogo en textos, teorías, pensadores, señoras y señores de
renombre. Los hay admirables, detestables, desconocidos, otros tan
cercanos que asustan. Leer. Leer. Releer. Leerme. Entonces aquella
voz que me dice que no me rinda, que puedo; se hace más fuerte.
Crece, se expande, circula por todo mi cuerpo y me llena, me eleva.
Me ha costado encontrar un lugar donde sentirme
cómodo, ¿no les ha pasado quizás el estar sentado en cualquier
clase de cualquier universidad, cualquier día del año en cualquier
ciudad del país, y querer salir corriendo sin más?.
Día
a día revalido mi elección y cada mañana al despertar y al
repetírmelo como un mantra, esa voz áspera de inseguridades y
sombras, empieza a hacerse más pequeña, chiquita, hasta que solo es
un zumbido en mi oreja. La tensión desaparece, se vuelve una pátina
en el aire.
Las experiencias de mis profesores me advierten
sobre el contexto, sobre lo que quizás se me presente, y yo, cual
fiera hambrienta espero con ansias el día en que pueda plantarme en
ese lugar. Y de pronto darme cuenta que esa imagen con la que
fantaseo cada tarde en mis cursadas se concretizó. Volver a mirar
cada rostro de mis alumnos y caer en la cuenta de que solo recordaba
aquellas tardes de cursadas, en las que día a día fantaseaba con
esa realidad que se me presenta.
Que
voy a ser un gran profesor. Que lo soy. Y que en definitiva, siempre
estuve donde debía estar. Al final de cuentas, de eso se trata.
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